Un año y un día. Ese era el tiempo que había pasado desde que Jero Romero presentase su primer trabajo en solitario en un concierto en el Teatro Kapital. Durante ese año y ese día, ‘Cabeza de león’ había girado por salas, teatros y festivales de toda España hasta llegar de nuevo a Madrid. Y volvía con la presión de una advertencia: “me han dicho que el peor bolo de cada gira siempre se hace en Madrid. Esto hace un par de días. Así que…”. Pues bien, sin necesidad de preguntas: mirar a las caras de Jero Romero y su tropa (Charlie Bautista, Alfonso Ferrer, Amable Rodríguez y Nacho García) bastaba para saber que eso no había pasado. Y mirar las caras de quienes casi llenaron Joy Eslava confirmaba que lo que había sido cualquier cosa menos un mal concierto.
No exactamente cualquier cosa. El del toledano fue un show bonito, con todo lo que eso comporta. Bonita la conexión con el público, pese a la timidez ostensible de Jero Romero y a la evidente emoción que desprendían sus pocas palabras al respetable. Bonita la ejecución musical, con unos músicos brillantes a cada instrumento – mención aparte merece Charlie Bautista, el guitarrista, percusionista, corista, teclista, hombre-orquesta y, aparte, mano derecha de Jero – y entregados al show como si fuera el último. Bonitas las canciones, las conocidas, las nuevas y la versión. Y bonito, muy bonito, el conjunto global: si a algún despistado le quedaba alguna duda de si Jero Romero podría defender como individualidad lo que había conquistado como capitán de grupo legendario (muy despistado tenía que estar ese “algún”…), el concierto de Joy sirvió para disipársela. Un nuevo trabajo de Jero se espera como agua de mano entre sus seguidores, y a buen seguro no le faltarán apoyos si vuelve a apostar por el micromecenazgo para financiar la grabación.
Lo bueno de que sólo haya un disco publicado de un artista es que sabes que, si no todas, casi todas las canciones van a sonar. Y menos mal, porque no sé de cuál sería mejor prescindir. Sin el “tururururu…” de ‘Reloj de sol’, la cosa no hubiera sido igual. Ni sin el ritmo contagioso de las geniales ‘Devolverte’ y ‘Nadie te ha tocado’; sin el “sal de mi cabeza, puedes salir por donde pone entrar” de ‘Las leves’; sin la anti-declaración de intenciones que es ‘Cabeza de león’; sin los coros que el público se negaba a dejar terminar en ‘Señor gigante’; sin el brutal final de concierto que supone ‘El As‘. No hubiera sido lo mismo. Se puede justificar una por una por qué cada canción del concierto resultó imprescindible.
Y además de los 12 temas que incluye el álbum, también hubo espacio para las presentaciones. ‘Narciso’ también había sonado un año y un día antes, así que casi se ha ganado la pertenencia al álbum, pero otras tres canciones fueron estrenadas en primicia en Joy. No nos dijeron el nombre, eso sí, pero un vistazo al setlist puede valer para, al menos, decir que ‘Colu’ (-mpio? -torio?) es un tema dulce y pegadizo con una preciosa letra; y ‘Venta’ (-ja? -na? -joso?) y ‘Caer’ (de pie, aquí sí que me la juego) siguen la estructura de letra triste – ritmo alegre que ya siguen otras canciones ya publicadas. Por último, préstamo “con mucho respeto” a los Standstill para cantar su ‘Adelante Bonaparte’ con un estilo muy particular y a la vez muy fiel al original. Perfecto.
En definitiva, Jero Romero ha apostado por un sonido, por un tipo de conciertos, y por trabajar en solitario apoyado por una banda con la que uno nunca puede sentirse solo. Y ha acertado. “No sé cómo daros las gracias salvo diciendo muchísimas veces gracias”, nos decía. Se me ocurre otra manera, Jero: danos más discos. Y muchos, muchos conciertos. Porque merece la pena ver espectáculos tan bonitos, y un año y un día, ha quedado claro, es demasiado tiempo de espera.
Fotografías: Paula Matellanes