8 octubre 2024

De un tiempo a esta parte, lleva estilándose en el indie –sí, esa palabreja ya corroída con los años que empieza a dar un poco de repelús– nacional el formato dúo chico-chica. Por lo general, el hombre luce una barba espesa, camisa de cuadros y gafas de pasta; ella se muestra impávida, sin lugar casi para el pestañeo, y –sí, vamos a decirlo– desafina horrores. Detrás de capas de guitarras, unos, y de sintetizadores, otros, estos grupos se acogen a un antimodernista costumbrismo pop, de lírica vulgar en apariencia pero profunda en fondo, y con claro hedor ochentero adaptado a los nuevos tiempos, ubicándose los más en un circuito underground que, por su lejanía de la radiofórmula, se lleva los vítores de aquellos alérgicos, muchos, al mainstream.

Pegasvs tenían todas las papeletas en su contra para la desconfianza desde el momento en que lanzaron, hace once meses, ‘La Melodía Del Afilador’ y ‘Atlántico’, su particular carta de presentación. No en vano, el dúo formado por Sergio Pérez García y Luciana della Villa parecía dominar a la perfección todos y cada uno de esos mandamientos, estereotipándose como unos más. Porque, ya saben, la broma repetida hasta la saciedad, pierde su gracia, su originalidad y su carácter novedoso. La trayectoria previa de la pareja catalana tampoco llamaba al ánimo, con Sergio como músculo de Thelemáticos y acompañando a Joe Crepúsculo y con Luciana formando parte de esa bizarrada femenina que fue Sibyl Vane. Sin embargo, y con todos los dardos apuntándoles para aniquilarles en menos de lo que dura un hashtag, aquí y allá se empezaban a escuchar ecos de ese enigmático proyecto del que poco se sabía y mucho se intuía. Fue entonces cuando llegó ‘El Final De La Noche’, improvisado movimiento en forma de himno electrónico retrofuturista –ojo–, causante de tanto hype, revuelo y expectación en torno a la pareja catalana, a la que también pudimos ver trastear todas las máquinas por primera vez con el videoclip en riguroso directo del corte en cuestión. El jaque mate a los reticentes para dar comienzo a la partida de verdad.

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Finalmente, el resultado de todo ha resultado ser un trabajo homónimo de nueve canciones con una portada que parece confirmar que los mejores discos son aquellos de carátula discreta –espantosa, por qué no decirlo– y que guardan lo mejor para el interior. En los treinta y dos minutos de acción de su ópera prima, Pegasvs no varían el esquema con el que jugaron sus primeras cartas y las comparaciones que revolotean sobre ellos apuntan directamente y sin descaro a OMD o Kraftwerk, quizá por ese afán de incluir la electrónica más bailable con la crudeza propia del kraut. Pero el cóctel, exclusivamente protagonizado por juguetones y espaciales sintetizadores analógicos sobre duras bases de batería, lejos de ser sorprendente, resulta ser adictivo en la voz –y ese acento argentino– de Luciana. Y probablemente sea esa facilidad envidiable para ser dulce tanto en la oscuridad (‘No Volverá’, ‘Hasta El Horizonte’, ‘Inmortal’) como en los luminosos himnos (‘El Final De La Noche’, ‘La Melodía Del Afilador’, ‘Brillar’) la causante de la atención que está recibiendo un disco que, entendido como concepto, tiene pinta de convertirse en un clásico que aguante, al menos, la batalla por la fugacidad en la que está inmersa la industria musical y todo proyecto que se precie.

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