El disco número trece de Madonna viene precedido de toda una serie de auténticas ordinarieces: desde filtraciones -primero de las maquetas y después de la versión final del álbum-, hasta una polémica absurda por los montajes que compartió en Instagram -se trataba de fotos de personajes históricos ataviados con el cordón negro con el que aparece en la ya icónica portada, por las que tuvo que pedir perdón-, pasando por el rechazo de la radio británica BBC a pinchar su single, supuestamente debido a la edad de la cantante -ellos niegan que sea una cuestión de discriminación por edad, alegando sin ningún pudor que sí que pinchan las canciones del setentón Paul McCartney… con Rihanna y Kanye West, claro- y, por supuesto, la aparatosa caída durante su actuación en la gala de los Brit Awards, de la cual, contra todo pronóstico, ha salido mediáticamente reforzada.
‘Rebel Heart’ es el fruto de un año de encierro en el estudio, por lo que se trata del álbum de la cantante que más tiempo ha tardado en gestarse, contando también con el récord en lo que a número de colaboradores se refiere: la lista es casi interminable, incluyendo a Diplo, Avicii, Kanye West, Alicia Keys, Dj Dahi, Carl Falk, Ariel Pink Rechtshaid, Blood Diamons o SOPHIE. ¿Ha merecido la pena todo este trabajo? La respuesta es un claro sí, como ya pronosticaban las seis canciones que Madonna adelantó el pasado diciembre, de una sorprendente solidez. Y variedad: este primer tramo del álbum incluye ritmos reggae en ‘Unapologetic Bitch’ (¿es “It might sound like I’m an unapologetic bitch/but sometimes you know I gotta call it like it is” la mejor frase del disco?), electrónica à la ‘Yeezus’ en la tremenda ‘Illuminati’ -producida por Kanye West, quien, según cuenta Madonna, estaba tan emocionado con la canción que “se subió encima de la mesa de mezclas”- o con un poso folk, como en la semiacústica ‘Devil Pray’, en la que la artista habla de cómo en el pasado ha consumido drogas para intentar “conectar con Dios”. Esta primera tanda de canciones también incluye ‘Bitch I’m Madonna’, dúo con Nicki Minaj llamado a ser el mayor éxito del álbum, la balada ‘Ghosttown’ -parece ser que segundo sencillo- y, por supuesto, ‘Living For Love’, su primer single más arriesgado en una década. Arriesgado por su condición de grower -no es un hit inmediato, desde luego: ¡ni siquiera tiene estribillo!- y por -¡al fin!- no contener ningún featuring, algo que no veíamos desde ‘Hung Up’ -y aún así, éste contaba con la indiscutible baza del sample de Abba-.
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Pero este nivel -de matrícula de honor- no se mantiene en las catorce, diecinueve (!) o veintitrés (!!) canciones del álbum, según la versión -estándar, deluxe, o super deluxe-, sobre todo porque temáticas y sonidos terminan resultando repetitivos. Así, ‘HeartBreakCity’ se antoja algo innecesaria tras ‘Ghosttown’ o la solvente ‘Hold Tight’, mientras que ‘Veni Vidi Vici’ es un homenaje a su carrera demasiado obvio y peor resuelto que ‘Rebel Heart’, a pesar del gran rap de Nas. ‘Best Night’ y ‘S.E.X.’ reinciden en la misma electrónica sucia que ‘Holy Water’, que, por su parte, cuenta con un par de buenos ganchos -ese “bitch, get off my pole”, ese impío “Yeezus loves my pussy best”- pero queda algo estropeada por la enésima reivindicación de ‘Vogue’. En este conjunto destaca irremediablemente la divertida ‘Body Shop’, un soplo de aire fresco con unas palmas radiantes y un argumento de película porno (“You take the wheel, I’ll sit on top”).
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Evidente resulta, por tanto, que ha habido aquí, por un lado, una falta de criba y, por otro, un error de secuenciación: no tiene mucha lógica que, con ese principio tan heterogéneo, la segunda parte del álbum sea tan downtempo y lineal. Lo cual no habría ocurrido si ‘Rebel Heart’ y ‘Wash All Over Me’ no hubieran aparecido convertidas en dos baladas, despojadas de la carismática producción de Avicii con las que las conocimos como maquetas -parece que no vamos a ser los únicos en borrar la versión definitiva de estas dos canciones y quedarnos con las demos-. Un cambio tanto más inexplicable cuanto que el álbum ya cuenta con ‘Messiah’ y ‘Joan of Arc’, dos grandes baladas, especialmente esta última, de grandiosa melodía y grandiosa letra: una Madonna que deja por 4:02 minutos de mostrarse como una dominatrix para sacar a relucir su lado más frágil: “I can’t be a superhero right now/ Even hearts made out of steel can break down”. ¿Acaso no es esta vulnerablidad la que le ha granjeado la simpatía general tras su caída en los Brits?
Tampoco hay que rascar mucho, por tanto, para descubrir que tras estas veintitrés canciones -remixes aparte- hay un disco sobresaliente de, digamos, doce temas, repartidos entre las tres versiones del álbum. Porque, por mucho que lo de “super deluxe” suene a cantera de caras b, en realidad es a esa versión a la que han ido a parar el pepinazo ‘Addicted’, prácticamente la única reminiscencia del paso de Avicii por el estudio, y ‘Graffiti Heart’, vivaz síntesis musical del concepto “art for freedom” que viene manejando últimamente. Es por todo ello que, aunque los manifiestos desatinos a los que nos hemos referido nos impiden encontrar en este trabajo el álbum redondo que nos prometíamos, las cifras acaban por imponerse: ‘Rebel Heart’ es el disco con mayor número de buenas canciones de toda su carrera. ¿Escéptico? Rescata de la estantería tu copia de ‘True Blue’, ‘Ray of Light’ o ‘Confessions on a Dance Floor’ y ponte a contar. 8,6/10.